sábado, 20 de abril de 2013

El entorno geográfico en el cine de Los Hermanos Coen.


Los hermanos Coen son dos cineastas norteamericanos cuya producción cinematográfica está formada por 15 películas. Son uno de los mayores exponentes del cine independiente americano. Su obra, como cualquier obra de autor, está marcada por diferentes rasgos comunes que les diferencia del resto. Este texto se va a centrar en el espacio geográfico que estos dos directores eligen para sus películas y la influencia de éste en el filme.

El marco en el que están encuadrados los filmes de los Coen es el de la sociedad americana más tradicional. Si bien algunas películas como El gran salto, Quemar después de leer o Crueldad intolerable se salen de este esquema, la mayoría tienen escenarios rurales.
Los Hermanos Coen nacieron en Minneapolis, Minnesota. Solamente una película suya está ambientada en este estado, “Un tipo serio”. Es por eso que se nota más que nunca la firma de estos directores, no solo porque se vea a leguas que conocen el espacio geográfico en el que se mueve el protagonista, sino porque además ofrece un fiel y satírico retrato de la comunidad judía.
La localización geográfica de estas películas son utilizadas por los autores con la intencionalidad de parodiar y criticar (aunque también la de hacer homenaje) a la sociedad norteamericana y a sus tradiciones más arraigadas. Barton Fink, ambientada en Los Ángeles, construye una sátira (adornada con elementos surrealistas) de la industria de Hollywood. El Gran Salto también es una dura crítica de Nueva York y el capitalismo.
Por otra parte, el paisaje en películas como No es país para viejos, O Brother!  o Fargo se convierte en un personaje más, un elemento activo en la historia que tiene tanta o más presencia que cualquiera de los protagonistas. En O Brother, las desventuras de los tres presos van acompañadas del paisaje de Mississipi y sus campos. En Fargo, la nieve es esencial para construir la fría y sangrienta historia que se les termina por ir de las manos a los protagonistas. En No es país para viejos, el elemento que completa la siniestra figura del asesino Anton Chigurh son los paisajes de Texas y México. En Arizona Baby, el desierto de Arizona cobra una gran importancia ya que da la sensación de que los protagonistas están totalmente aislados y esto genera una tensión  continua en el espectador.
Incluso en las películas que suponen la excepción a este marco rural que sirve de tónica general, siempre existe un guiño a este. En Crueldad intolerable uno de los maridos de Marilyn es un tejano rico, en Quemar después de leer todos los protagonistas a pesar de vivir en una ciudad tienen comportamientos molestos y poco correctos. En el Gran Lebowski, el “extraño” es el narrador, un hombre que está sentado en la barra del bar de la bolera, lleva un sombrero y habla con acento del Oeste.
Que estos dos hermanos utilicen un determinado lugar para enmarcar sus filmes no significa que esto se limite a un simple aspecto decorativo o meramente visual. Con el entorno va todo lo demás: los personajes estereotípicos, las acciones, el humor… Incluida la música. Entre la banda sonora del cine de los Hermanos Coen se suele encontrar el hillbilly y el bluegrass así como espirituales tradicionales de la cultura afroamericana. La música country y los paisajes del sur de Estados Unidos junto a unos personajes estereotípicos, pero magistralmente desarrollados, y al dinamismo que caracteriza la narrativa de su obra, convierte los filmes de Joel y Ethan Coen en verdaderos retratos de la geografía norteamericana.
Además, hay que concretar que el momento histórico también condiciona los filmes de los Hermanos Coen. La mayoría de estas películas están situadas en tiempos de crisis. Por ejemplo: la trama de O Brother! Transcurre durante la gran depresión de EEUU, El Gran Lebowski durante la Guerra del Golfo, El Gran salto durante La Guerra Fría, Miller’s Crossing durante la ley seca, Barton Fink durante Pearl Harbor…
En definitiva, hablar de la obra de los hermanos Coen es hablar de una América enfermiza, con sus vicios y sus fallos pero con un encanto natural del que resulta imposible que se desprenda.