Después de dos años sin actualizar, por pura vagancia, vuelvo a ello con la versión (reducida) de uno de mis trabajos de Historia del cine.
Las películas a analizar son “Frankenstein” (1931) de James Whale, “Los ojos sin rostro” (1960) de Georges Franju y “La piel que habito” (2011) de Pedro Almodóvar.
Las tres
películas fueron grabadas en tres períodos de tiempo distantes entre sí y en
tres zonas del mundo diferentes (Norteamérica, Francia y España) con todo lo
que ello conlleva. Sin embargo, unas beben de las otras (la primera, “Frankenstein”,
se basa en la novela Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley) y sus
semejanzas son múltiples.
Antes de entrar a analizar los diferentes aspectos de estas tres obras,
es necesario determinar quiénes son los personajes principales de cada
película. “En Frankenstein” son el Doctor Henry Frankenstein, su ayudante Fritz
y su creación, un hombre hecho a
partir de órganos de cadáveres y el cerebro de un criminal. En “Los ojos sin
rostro” el Docto Génnesier, su hija Christiane y la ayudante de su padre la
señora Louise. Finalmente, los protagonistas de “La piel que habito” son el
Doctor Robert Ledgard, su ayudante Marilia y su experimento Vera.

Muchos son los aspectos comunes entre sí en estas tres cintas. El
elemento básico es la figura del Doctor chiflado o “Mad doctor” tantas veces
utilizado a lo largo de la historia del cine. Este personaje es un científico,
generalmente cirujano, que por un determinado suceso o motivo sobrepasa la
línea ética de la ciencia para crear algo que no está aceptado ni por la
sociedad ni por la ley. Su perfil psicológico se caracteriza por la vanidad y
el excentricismo así como también por ser siniestro.
Otra de las figuras principales de estas tres obras maestras del cine es
la del ayudante. Fritz, Louise y Marilia respectivamente, son los sirvientes de
los tres doctores y por supuesto, sus cómplices. El primero, Fritz, un
enfermizo jorobado siniestro da más miedo incluso que su amo. Louise es la que,
posiblemente de los tres ayudantes, tome más partido en el delito ya que es
quien secuestra a las chicas al ofrecer,
aparentemente, más confianza. Marilia, interpretada por una madura y sublime
Marisa Paredes, también es una abnegada sirviente que aprecia demasiado al
doctor para juzgar sus actos. Los tres personajes son perfectamente conscientes
del mal que están haciendo sus jefes, sin embargo les protegen y defienden
hasta el límite de morir por ellos. De esta manera, así como es común la
existencia de un/a ayudante, también lo es su muerte a manos de la creación.

Los escenarios son imprescindibles para crear el ambiente terrorífico en
estos tres filmes. Los lugares donde se desarrollan estas historias son varios.
Uno de ellos, común a todas ellas, es un cementerio. Además, cada una tiene una
estética diferente configurada según su época, su momento histórico y su
director. Pero, en el fondo, sus lugares de experimentación tienen algo en
común. El Doctor Franskenstein actúa en la torre de un molino abandonado, Génnesier
en el sótano de su gigantesca mansión y Ledgard en una de las múltiples
habitaciones de su casa. Todos estos lugares están aislados de la población y
constan de eficaces métodos de aislamiento y seguridad adaptados a la
tecnología de cada época en la que se desarrolla la acción. El corazón de estos
tres edificios no es otro que sus grandes y señoriales escaleras por las que
bajan y suben a lo largo de los filmes introduciendo un nuevo elemento de
tensión en la trama.
En estos filmes, la creación de los tres doctores se vuelve contra ellos.
Sin embargo es diferente la actuación de los tres experimentos en cada una de
las películas. La creación de Frankenstein actúa de la manera en que lo hace
por pura maldad, lo cual escapa de las manos de su creador. De alguna manera,
el Doctor Frankenstein no ha cometido asesinato o secuestro, como es el caso de
los doctores Génensier y Ledgard, que llevan al extremo su obsesión. El Doctor
Frankenstein siente arrepentimiento por lo que ha hecho lo que puede explicar
que al final no muera, sin embargo la arrogancia de los otros dos doctores les
lleva a la destrucción.

El perfil de los tres hombres no solo encaja con la de ser unos médicos
excéntricos, además, son hombres adinerados. Los tres, por diferentes
circunstancias de la vida, poseen un gran capital. A pesar de ser acaudalados,
no son felices. Su profesión les ha llevado a cometer actos poco éticos o
incluso delitos graves como es el caso del asesinato, el secuestro y la
profanación de tumbas. Todas estos parecidos, no son coincidencias sino una
especie de enseñanza moral. Estos hombres juegan a ser Dios, y por ello sus
inhumanos actos tienen horrorosas consecuencias.
A pesar de tratar el mismo tema, estas tres películas son muy diferentes.
Pedro Almodóvar coge la cinta de Franju, le da unas pinceladas de Frankenstein
y lo pasa por su molde para dar lugar a “La piel que habito”, la película más
oscura de su filmografía. El molde Almodóvar le aporta violaciones, drogas,
venganza y cambio de sexo. Éste último giro se da de manera inesperada dejando
al espectador atónito en su butaca. El giro de Vicente y Vera es como una
repentina traición al argumento.
El espacio en
“La piel que habito” es limpio, despejado y blanco. Los planos detalle son
constantes. La quietud y la pureza decorativa de la casa van totalmente en
contra de lo que tenemos asumido como salón almodovariano, siempre
característico por su sobrecargado colorido. La paz que parece respirarse en la
mansión de Robert Ledgard esconde el caos y la violencia, el agobio que siente
Vicente en el cuerpo de Vera. Las continuas
elipsis son el camino narrativo elegido por el director manchego, que mediante
este recurso, consigue ir desvelando poco a poco lo que le interesa sin perder
la atención del espectador.
Aunque pueda parecer simple ficción,
hay un trasfondo moral importante. En la época que se hizo Frankenstein la cirugía
era una práctica arriesgada y poco seguras, por lo que las técnicas quirúrgicas que se
emplean en la película son casi primitivas. Sin embargo lo que vemos en las cintas
de Franju y Almodóvar son prácticas posibles hoy en día, cosa impensable cuando
Whale hizo la suya. Se podría decir que estos tres filmes son el reflejo
deformado del progreso tecnológico y científico del último siglo. Sobrepasar la
línea de lo ético puede ser justificado por unas circunstancias pero tarde o
temprano habrá alguien que mueva esa línea a su antojo.
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